¿Qué hago? Tomando decisiones en territorio desconocido.
06.08.2017Cuando salía de mi auto y me dirigía a mi primer día de clases en el programa de doctorado en consejería psicológica, recuerdo haber pensado “finalmente voy a aprender a ser una psicóloga”. Tenía sed de respuestas y quería saber la manera correcta para ser una terapeuta efectiva.
Resulta, que hay muchas teorías, muchas respuestas, muchos estilos. ¿Cuál es el mejor? Pregunté. Eso depende, me dijo mi supervisor. No hagas daño, dijo el código de ética de los psicólogos. Hay muchas maneras, dijo mi profesor. Qué frustrante, dije yo.
“Continúa practicando lo que has aprendido y eventualmente te sentirás a gusto”, dijo uno de mis mentores.
Eventualmente me acerqué a las teorías que más resonaron con quien soy y con mis creencias fundamentales sobre la gente: que estamos haciendo lo mejor que podemos, que cuando sabemos cómo hacerlo mejor lo hacemos mejor y que las dificultades se afrentan mejor con compasión y gracia. Me mantengo firme en estas creencias con cada nuevo cliente que conozco, y aunque nunca me siento 100% segura, me siento cómoda en mi papel de consejera.
Criar a los hijos es algo similar. Antes de que naciera mi hija, busqué EL libro de crianza que me dijera exactamente cómo mantener segura y sana a mi bebé. ¿Adivine qué? No había UN solo libro, había cientos. También había amigos que me ayudaron mucho, miembros de mi familia, y hasta gente en los supermercados que estaban listos con un montón de consejos, como por ejemplo “¡Usted realmente debe dejar que ese bebé llore con el fin de establecer una nueva rutina de sueño!” O “Usted no puede dejar que un bebé llore, porque todavía no saben cómo calmarse a sí mismos”.
Entre todas las voces que me daban consejos encontré algunas personas y algunos recursos en los que podía confiar. Recordé el “no hagas daño” de mi entrenamiento de postgrado. Aunque todavía dudo sobre cosas como si las tareas de la casa deben ser remuneradas o no, ahora navego la crianza de una manera que es cómoda para mí. (Dicho sea de paso, terminé cargando a mi bebé cuando lloraba).
El enfrentarse a nuevos retos significa otra vez no saberlo todo. Significa aprender cosas nuevas y lidiar con información contradictoria. Es incómodo. Se necesita práctica.
Cuando su hijo(a) salga del clóset, usted entra en un territorio desconocido. El sentir de confianza se reemplaza por una nueva sensación para los padres, “¿qué hago?”. No hay una sola manera correcta de reconciliar creencias en conflicto. No hay un atajo que tomar a la hora de procesar los sentimientos.
Usted aprenderá, crecerá, luchará, y eventualmente encontrará su equilibrio. Puede leer de todo, desde mensajes en Facebook hasta los textos sagrados. Puede buscar consejo de la gente con la que confía. Muchos le ofrecerán respuestas, algunas inclusive pueden serle útiles.
Pero una vez que una hijo o hija sale del closet, hay algunas preguntas que necesitan una respuesta indiscutiblemente sólida y certera:
“¿Qué le digo a mi hijo(a) sobre su identidad sexual?”
“No estoy de acuerdo con o no entiendo esto en lo absoluto, ¿Cómo le contesto?”
“¿Cómo guío a mi hijo(a) dentro de nuestra fe y nuestras creencias religiosas?”
Respuesta:
Manténgase aferrado(a) a las siguientes frases y deje que ellas le guíen en todo comportamiento o comentarios hacia su hijo(a). Dígaselas aun si todavía no se siente cómodo, porque con práctica usted llegará ahí.
Te amo sin que importe nada más. Estaré para ti sin que importe nada más.